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VIRGILIO.


XXXIII.

A un extranjero príncipe obediente,
Librada así del veto de los hados,
Entrégase á la mar la etrusca gente,
En los buques subiendo aderezados.
La real nave de Enéas en la frente
Muestra frigios leones sojuzgados,
En tanto que en su popa se alza el Ida,
Imágen á expatriados tan querida.

XXXIV.

Allí, en la popa, el ánimo constante
Con pensamientos bélicos fatiga
El grande Enéas. Muévele Palante,
A su izquierda sentado, á que le diga
Ya los astros que rumbo al nauta errante
En noche opaca dan con lumbre amiga,
Ya de su propia vida los azares,
Cuantos corrió por tierras y por mares.

XXXV.

¡Hora, Musas, abridme el Helicona!
¡Inspirad al cantor! Decidme, cuáles
Nobles salieron de la etrusca zona
En auxilio de Enéas; qué navales
Fuerzas ganosas de triunfal corona
Corrieron á los líquidos cristales.
Abrió Másico el rumbo: nao ferrada,
Ante todas su Tigre sobrenada.