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VIRGILIO.


LI.

«De tí, Enéas, venimos en demanda.
Entre muros y fosos, y en aceros
Envuelto Ascanio, arrostra con su banda
Del Latino los ímpetus guerreros.
Ya el sitio ocupan que tu voz les manda
Arcades y toscanos caballeros;
Mas no sin que abocar Turno se apreste
Entre ellos y el real su armada hueste.

LII.

«Animo, pues; y al despuntar temprano
De la próxima luz llama tu gente
Al arma; y el escudo que Vulcano,
Invicto dón de diestra ignipotente,
Te dió, con cercos de oro, embraza ufano.
Si tú confías que mi voz no miente,
De Rútulos atroz carnicería
Verá en pilas alzada el nuevo dia.»

LIII.

Dice; y como quien sabe el modo, y tasa
La fuerza, da á la popa, al irse, un tiento,
Y la despide, como astil que pasa,
Por hábil mano disparado, al viento:
Todas la imitan; la onda apénas rasa
Alígera la flota. El gran portento
Al punto Enéas vió con mente absorta;
Fausto agüero le juzga, y se conhorta.