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ENEIDA.


XCVI.

Dijo, y campo la turba le franquea
Pasmado oyendo aquel audaz mandato,
Y viendo el pronto obedecer, rodea
Palante á Turno con la vista un rato;
Por su cuerpo gigántico pasea
Los ojos: rabia muda en ceño ingrato
Muestra á distancia: al fin, sin más respeto,
Sale, y contesta del tirano el reto:

XCVII.

«Despojo opimo arrancará mi espada,
Ó, con gloria tambien, daré la vida.
A un caso y á otro apercibido, nada
Del padre ausente el ánimo intimida.
Modera tu soberbia desbocada!»
Dice, y avanza á do sus fuerzas mida:
El árcade escuadron tiembla y recela;
En los pechos la sangre el pavor hiela.

XCVIII.

De su carro á la vez Turno se apea,
De dos brutos tirado; y marcha al duelo
En silencio y á pié. Cual leon, que otea
En lontananza á un toro audaz que el suelo
Escarbando se apresta á la pelea,
Y á él de su alta guarida acude á vuelo,
Tal fué del adalid la semejanza
En el momento en que á lidiar se avanza.