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ENEIDA.


CXXXVIII.

Cayó Turno en la red; y á la esperanza
De acabar con Enéas, aire toda,
El alma, lisonjero á la venganza,
Abrió sedienta, de placer beoda.
Y «¿A dónde, Enéas, vas?» grita, y se lanza;
«No, no abandones la ajustada boda!
Tierra que, hendiendo el mar, buscando vienes,
Te la dará mi diestra; aquí la tienes!»

CXXXIX.

Tales clamores, insensato, exhalas
Vibrando el hierro vengador, que envía
Centellas; ¡y no ves que el viento en alas
Tu deseo se lleva y tu alegría!
Echado el puente y puestas las escalas,
Pegada á un alto escollo estar se via
La nao en que de Clusio el rey Osmio
Llegara allí con militar dominio.

CXL.

A ella la sombra, tímida y ligera,
Corre á ocultarse. No se desconhorta
Turno, demoras vence, de carrera
Los altos puentes salta, al barco aporta
Mas no bien de la proa se apodera,
Juno invisible ya la amarra corta,
Al lance atenta, y de la orilla suelto
El casco arrastra sobre el mar revuelto.