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VIRGILIO.


CXLI.

Ni ya el fantasma de ocultarse trata,
Mas alzándose en forma inconsistente
Oscura nube al aire se dilata.
Y miéntras busca á su rival ausente
En medio Enéas de la liza, y mata
A cuantos por do pasa le hacen frente,
Envuelto en impensado torbellino
Ya Turno de alta mar lleva camino.

CXLII.

Ingrato á un beneficio que no entiende
Tornó á mirar, y con doliente grito
Entrambas manos hácia el cielo extiende:
«¡Omnipotente padre! ¿Qué delito
Cometí, que tu saña así se enciende
Y mal tan grande sobre mí concito?
¿Qué es de mí? ¿dónde estoy? ¿Qué fuerza nueva
A dónde, en fuga, y como quién me lleva?

CXLIII.

«Acaso hácia Laurento rumbo sigo?
¿Ó volveré por suerte á mis reales?
¿Y qué dirán aquellos que conmigo
Vinieron á la guerra, y á los cuales
(¿Es verdad? ¡oh vergüenza!) al enemigo
Abandoné y á horrores funerales?
Ya, ya los veo que dispersos mueren;
¡Ay! ¡sus lamentos mis oidos hieren!