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ENEIDA.


CLXII.

»¡Númen de alto poder! préstame oido:
Matar á esa mujer, que es nuestra afrenta,
Concede á nuestras armas. Nada pido
Del triunfo para mí: ni tengo cuenta
Con los despojos, ni del prez me cuido;
Mi nombre de otros hechos se alimenta.
¡Ella caiga, ella muera! más no anhelo;
Y vuelva yo inglorioso al patrio suelo!»

CLXIII.

Parte oyó, y á la alada ventolina
Parte de la plegaria Febo entrega:
Que con muerte el mancebo repentina
Postre á la virgen arrojada y ciega,
A eso la oreja y voluntad inclina:
Que á su alta patria torne, eso le niega
Al suplicante, y este dulce voto
La borrasca le alzó, robóle el Noto.

CLXIV.

Silba el dardo en el viento. En ese instante
Todos los Volscos con espanto mudo
Fijan de su señora en el semblante
Ojos y mente. Ella saber no pudo
De viento, silbo, ni asta amenazante,
¡Ay! hasta que llegó bajo el desnudo
Izquierdo pecho á hincarse el hierro aleve,
Y la virgínea sangre entrando bebe.