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ENEIDA.


CLXXXVI.

Raudo uno y otro á la ciudad camina;
No muchos pasos entre sí distantes
Y en órden van. La hueste laurentina
Y de polvo los campos humeantes
Delante Enéas ve: que él se avecina
Turno advierte á su vez; de los infantes
Ha sentido el concorde movimiento
Y de los potros el fogoso aliento.

CLXXXVII.

Y al combate principio allí se diera,
Si, á par que el hemisferio desampara,
No ya el rosado Febo en la onda ibera
Sus cansados cabellos recreara.
Abriendo de la noche la carrera
Fallece el dia, y sin su lumbre clara
Deja á entrambos ejércitos, los cuales
Cercando el muro asientan sus reales.