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VIRGILIO.


XII.

«Sí, que no es tan inválido mi acero,
Ni golpes da mi diestra tan en vago:
¡Tambien hienden mis armas cuando hiero,
Y allí brota la sangre donde llago!
No acudirá esta vez tan de ligero
Diva madre á librarle del amago;
Seránle contra mí defensa flaca
Femíneos velos entre nube opaca!»

XIII.

La Reina, en tanto, á quien temblar hacía
Aquel nuevo combate, á Turno ardiente,
Su electo yerno, detener porfía;
Y ya entre sí mortal despecho siente:
«¡Óyeme!» dice, «¡tú, esperanza mia,
Consuelo solo á mi vejez doliente!
Columna del Estado gloriosa;
Mi casa entera en tu favor reposa.

XIV.

«¡Oh Turno! por mi bien y mi decoro,
Si algun respeto y atencion me debes,
Te ruego, y por las lágrimas que lloro,
Que conlos Teucros tu valor no pruebes;
¡Es la única merced de tí que imploro!
Mio será cualquiera fin que lleves;
Pues yerno á Enéas no veré cautiva:
¡No pienses ¡ah! que yo te sobreviva!»