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ENEIDA.


XV.

Oye á su madre, y lágrimas derrama
Lavinia, y harto dice su mejilla;
Vivo rubor la baña de la llama
Que en los huesos empieza á consumilla:
Marfil semeja el rostro de la dama
Que en múrice sangriento tinto brilla,
Ó albo lirio á quien da profusa rosa,
Con él mezclada, su color fogosa.

XVI.

Turbado, en la beldad que le enamora
Ha fijado los ojos el guerrero,
Y arde más por lidiar. «¿Y á qué, señora,»
Conciso dice á Amata, «el triste agüero
Me ofreces de tus lágrimas, ahora
Que de Marte me arrojo al lance fiero?
¡Cesa, te ruego! A Turno, madre pia,
Parar no es dado de su muerte el dia.

XVII.

»Y tú al frigio tirano, Idmon, vé y lleva,
Mal que le suene, este mensaje: «Luégo
Que haya asomado al mundo Aurora nueva
Sobre sus ruedas de matiz de fuego,
Contra el mio su ejército él no mueva,
Guarden Teucros y Rútulos sosiego:
Sea con nuestra sangre disputada
Lavinia, en ese campo, espada á espada!»