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VIRGILIO.


XLVIII.

«¿Que al invasor se oponga, no es vergüenza,
Rútulos, sola un alma? ¿Ó de él, insanos,
Temblais que en fuerza ó multitud nos venza?
Ved: Arcades, y Teucros y Toscanos,
Hueste á Turno fatal: allí comienza,
Y allí acaba; están todos: si á las manos
Con dos nuestros solo uno de ellos viene,
No temo que su número se llene.

XLIX.

«Subirá de los Númenes al lado
Él, que ahora á sus aras reverente
Se ofrenda; en alas de la fama alzado
Cobrará vida en boca de la gente;
Miéntras nosotros, pueblo vil, sentado
A mirarle con ojo indiferente,
Quedaremos sin patria: el tiempo acerba
Y justa servidumbre nos reserva!»

L.

Así exalta las almas. Por instantes
Se agrandan, vueltas dando, los rumores.
No son los Laurentinos cual en ántes;
Aun los mismos Latinos, que de horrores
El término esperaban anhelantes,
Abren súbito el pecho á los furores,
De Turno el caso indigno les conduele,
Y arden ya porque el pacto se cancele.