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ENEIDA.


LVII.

A uno de ellos, gallardo á maravilla,
Y vestido de fúlgida armadura,
Por medio al vientre, donde usado brilla
Tahalí cuyos cabos asegura
En la parte central dentada hebilla,
Por allí á traspasarle se apresura
El crudo hierro, y sus costillas hienden,
Y en el rojo arenal yerto le tiende.

LVIII.

Enciéndese mortal resentimiento
En los hermanos: arma arrojadiza
Uno toma, otro espada empuña; á tiento
La animosa legion corre á la liza.
Vuela en contra la hueste de Laurento;
Va en pro, con armas que el blason matiza,
El Arcade, y con él, ardiendo en saña,
Teucro y Etrusco inundan la campaña.

LIX

Así á todos aguija un mismo anhelo,
El de reñir: á despojar se atreven
Las aras: se oscurece todo el cielo
Con los dardos innúmeros que llueven.
En tanto los ministros, en su duelo,
Vasos, sacros hogares léjos mueven;
Huye, en viendo deshechos los tratados,
Latino con sus Dioses ultrajados.