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ENEIDA.


LXIII.

A Also, el pastor, por entre armada gente
En las primeras filas daba caza
Podalirio; mas vuélvese el huyente
Súbito, y al que al hombro le amenaza,
Con su hacha frente y barba de un fendiente
Párte, y riégale en sangre la coraza.
A eterna noche al mísero destierra
El férreo sueño que sus ojos cierra.

LXIV.

Enéas, la cabeza descubierta,
Tendiendo inerme está la diestra pia,
Y «¿A dónde, á dónde vais? ¿qué os desconcierta?»
Exclama en voces que á su gente envía.
«¡Oh, enfrenad esas iras! Firme y cierta
Está mi voluntad: la lid es mía,
Nada romper podrá las condiciones:
No, no al temor rindais los corazones!

LXV.

«Dejadme, y esta mano valedero
Hará el sellado pacto.Sacros ritos
A Turno deben á mi solo acero.»
En medio á estas razones y altos gritos,
Hé aquí silbando en ímpetu ligero,
En la nube de hierros infinitos
Que al impasible paladin respeta,
A herirle vino alígera saeta.