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VIRGILIO.


CXXVI.

Turno batallador allá en lejano
Límite en tanto, cada vez más lento,
Ménos y ménos cada vez ufano
Del de sus potros decadente aliento,
A pocos, áun dispersos en el llano,
Ensaya perseguir. El vago viento
Ya hácia aquella region lleva á oleadas
Extraño són de voces apagadas.

CXXVII.

Aguzando el mancebo los oidos
Fatídico clamor distinto siente,
Oye de la ciudad los alaridos.
«¡Ay de mí! ¿Qué gran duelo está presente
A los muros? ¿Qué fúnebres sonidos
De tan diverso punto la corriente
Del aire arrastra?» Dice, y de la brida
Tira atónito, y pára la corrida.

CXXVIII.

Sagaz la Ninfa que usurpó el semblante
Del auriga Metisco, y los trotones
Y carro y riendas guia, en ese instante
Al hermano anticípase, y razones
Tales vierte: «Sigamos adelante,
¡Oh Turno! y á enemigo no perdones;
¡Adelante sigamos! La Victoria
Abrió esta senda y nos anuncia gloria.