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VIRGILIO.


LXXXVII.

»Tú á ésos, que yacen junto al bello rio,
Y á sus pintadas naves fiero hostiga
Con rayo abrasador. El labio mio
Te enseña lo que el cielo á hacer te obliga
Latino propio si en infiel desvío
Niega el pactado enlace, como amiga
Probó tu mano ya, pruébela ahora
Justiciera tambien y vengadora!»

LXXXVIII.

Burlándose el doncel de la adivina,
«No ha faltado,» contesta, «cual supones,
Nuncio que á la ribera tiberina
Me avise que llegaron galeones.
¿Mas tú á notificarme de ruina
A qué vienes con lúgubres ficciones?
No ha puesto la alta Juno todavía
En olvido mortal la causa mia.

LXXXIX.

»Ya: decrépita edad, y asombradiza
De suyo la vejez, tu mente, ¡oh buena
Mujer! con temorcillos martiriza,
Y de especies fatídicas te llena
Viendo entre reyes la empeñada liza.
Cuidar las aras tu deber te ordena;
Hazlo, y deja del reino á los magnates
Acordar treguas ó librar combates.»