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ENEIDA.
XLVIII.

»Ya entra bamboneando, á tu firmeza
Cierta amenaza, ¡oh Troya! ¡oh patria! ¡estancia
Antigua de altos Dioses! ¡fortaleza
Do vió un pueblo estrellarse su arrogancia!
Sigue, y tres veces al umbral tropieza
Con ronco són que retumbó á distancia;
Mas insta el vulgo en su porfía loca,
Y al fin en el alcázar le coloca.

XLIX.

»Vanamente Casandra entusiasmada
Esforzando la voz—su voz divina,
Por castigo de un Dios menospreciada—
Grandes calamidades vaticina.
¡Ay! sus anuncios estimando en nada,
Al borde ya de la comun rüina,
Nosotros sólo en decorar pensamos
Templos y altares con festivos ramos.

L.

»Gira miéntras la esfera, y vase alzando
La noche de las ondas, el desvelo
Y fraudes enemigos ocultando
En espantoso horror, la tierra, el cielo.
Yacen mudos los Teucros: sueño blando
Acá y allá los encadena. A vuelo
Torna entre tanto la pelasga flota
A las sabidas playas la derrota.