Página:Eneida - Tomo I (1905).pdf/108

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
74
VIRGILIO.
LXIX.

»Á una ciudad, oh pechos denodados,
»Acorreis que en pavesas se convierte:
»La muerte, pues, busquemos, y arrojados
»Entre enemigos, generosa muerte;
»¡Quien con el cielo lucha y con los hados
»Sólo desnudo de esperanza es fuerte!»
Así exaltado les hablé, y mi acento
Su denuedo redobla y su ardimiento.

LXX.

»Cual del hambre al furor lobos rapaces,
Miéntras que los cachorros por su vuelta
Anhelan, seca la garganta, audaces
Corren en sombras la campaña envuelta;
Por medio de los hierros y las haces
Enemigas así la planta suelta,
De la muerte lanzados al encuentro
Tocamos ya de la ciudad al centro.

LXXI.

»La noche miéntras con su negro manto
Nos cobijaba. ¡Oh noche de tormentos!
¿Quién podrá darte el merecido llanto
Ó el número decir de tus lamentos?
¡La alta, antigua ciudad, de lauro tanto
Coronada, flaquea en sus cimientos!
Por calles, plazas, templos invadidos,
Cadáveres se ven yacer tendidos.