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ENEIDA.
CVIII.

»Y diciendo y haciendo, el inhumano
Al mismo altar impávido arrastraba
Al noble Rey, que, trémulo de anciano,
En la sangre del hijo resbalaba:
Le ase del pelo con la izquierda mano,
Y con la diestra á su placer le clava
Hasta el pomo la daga en el costado,
Fúlgida en alto habiéndola vibrado.

CIX.

»Tal rodó su corona refulgente;
Tal vino á ver su antigua fortaleza
Humo y polvo tornarse de repente,
Aquél que al esplendor de su grandeza
Miró á cien pueblos inclinar la frente!
Su cuerpo, tronco informe, la cabeza
Cercenada por bárbara cuchilla,
Yace sin nombre en solitaria orilla.

CX.

»Horror profundo allí por vez primera
Sobrecogióme, viendo la agonía
Penosa de mi Rey, y la manera
Como el postrero anhélito rendia.
Mi padre, que cuanto él anciano era,
Delante me fingió la fantasía:
La dulce esposa, el hijo tierno, á rudo
Ultraje abandonados sin escudo.