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VIRGILIO.
CXVII.

»Por mí, el hierro su sangre no devora;
»Por mí, el fuego sus huesos no calcina.
»¿Y á qué la faz baldonas seductora
»De esa Lacedemonia que abomina
»Tu corazon? Y á Páris á deshora
»¿Por qué oprobias? No tiene la rüina
»De Troya la opulenta humano orígen:
»Airados Dioses son quienes la afligen.

CXVIII.

»Es fuerza superior la que derriba
»Sus altos techos. Si cejar te duele,
»Yo esa que lenta en derredor te priva
»De luz, haré que de tus ojos vuele,
»Húmida, opaca niebla, y la cautiva
»Vista dilates. Quién, verás, demuele
»Aquestos muros, y al materno aviso
»La frente inclinarás grato y sumiso.

CXIX.

»Allá, do envuelto en polvo el humo ondea,
»Y en pié no hay mole ya ni canto alguno,
»La ciudad en su asiento bambalea
»A golpes del tridente que Neptuno
»Sacude. Acá sobre la puerta Escea
»Ante todos sañuda avanza Juno,
»Y audaz, cubierta de acerada escama,
»La amiga tropa de las naves llama.