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VIRGILIO.
CXXIX.

»¿Y á ésto sólo me sacas, alma Dea,
»Salvo por medio del adverso bando?
»¿A que testigo en mis hogares sea,
»No ya en la lid, de su rencor infando?
»¿A que, uno entre la sangre de otro, vea
»Hijo, padre y esposa agonizando?
»¡Al arma! ¡al arma! ¡La postrera hora
»Llama al vencido, amigos, vengadora!

CXXX.

»¡Tornar dejadme á la ardua lid! Mi diestra
»Renovará el conflicto: al fin, vengada
»Corra, si ha de correr, la sangre nuestra.»
Dije, á la cinta acomodé la espada,
Y el escudo embrazando á la siniestra,
Ya iba á salir, cuando mi esposa amada
Se echa á mis piés en el umbral de hinojos,
Y nuestro dulce hijo alza á mis ojos.

CXXXI.

«Si es morir lo que atentas,» me decia,
«Todos iremos á morir contigo;
»Mas si áun tu brazo de las armas fia,
»Primero es que defiendas este abrigo.
»¡Cómo! tu hijo, tu padre, la que un dia
»Buena esposa llamaste, ¿al enemigo
»Así vas á entregar?» Tal su desgracia
Gime; el eco en los ámbitos se espacia.