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VIRGILIO.
CLIII.

»Yo que la oia en lágrimas deshecho,
Mil cosas fuí á decir, cuando en sombríos
Celajes se encubrió. Tres veces le echo
Al cuello los amantes brazos mios,
Y tres veces, ¡oh pena! los estrecho
Contra el burlado corazon vacíos,
Desvanecida á mi anheloso empeño
Cual humo vano ó fábrica de un sueño.

CLIV.

»La noche terminó con mi porfía,
Y torné. Con portátiles haberes
Notable multitud llegado habia,
Ausente yo, cabe el altar de Céres.
Apellídanme todos jefe y guia:
«Contigo,» dicen, «á doquier esperes
»¡Ay! alejarnos del confin troyano,
»Rostro haremos al lóbrego Oceano.»

CLV.

»Allí varones y hembras, niños, viejos,
Y larga y miserable muchedumbre.
Y ya anunciaban pálidos reflejos
Al sol, del Ida sobre la ardua cumbre.
Ocupadas las puertas á lo léjos,
Huye de auxilio la postrer vislumbre:
Cedo á la suerte: á recibir me inclino
Mi padre, y á los montes me encamino.