Página:Eneida - Tomo I (1905).pdf/146

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
112
VIRGILIO.
XXVII.

»Y, sustento negando yermo el suelo,
Mi padre del oráculo divino
Manda que vamos á implorar consuelo
Tornando á abrirnos por el mar camino:
Que cuál término, diga, al mustio duelo
De este pueblo reserva peregrino;
A quién habemos de acudir; á dónde
Enderezar el rumbo corresponde.

XXVIII.

»Era alta noche y muda: en mi retiro
Yacia yo, la mente aletargada,
Cuando delante á los Penates miro
Que hurté al incendio en la fatal jornada.
Por mis ventanas, en su errante giro
Lograba á la sazon la luna entrada,
Y del brillo bañados macilento
Ellos me hablaban con benigno acento:

XXIX.

«No temas,» me decian; «pues de parte
»De Apolo, que oficioso nos envía,
»Los destinos venimos á anunciarte
»Que él, volviendo tú allá, te anunciaria.
»Tu brazo nos salvó de adverso Marte,
»Librónos tu piedad de llama impía;
»Hemos seguido tu fortuna, y fieles
»Navegamos contigo en tus bajeles.