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VIRGILIO.
LVII.

»Tal Andrómaca estaba en el instante
En que, subiendo yo por el camino,
A mí propio y las armas delirante
Vió de Troya; y del caso peregrino
Pasmada al punto queda: vacilante,
Perdió el rostro el color, la planta el tino;
Y solo á obra de tiempo el labio mudo
Articular sueltas palabras pudo:

LVIII.

«¿Que en fin te miro en corporal figura?
»¡Hijo de Vénus! ¿mensajero cierto
»Me apareces? ¿áun gozas la aura pura?...
»¡Ah! ¿y Héctor dónde está, si ya eres muerto?»
Esto dijo llorando, y la espesura
Llenaba su clamor. Su desconcierto
Febril, dejóme sin respuesta; al cabo
Mal breves frases anheloso trabo:

LIX.

«No dudes; palpas realidades. Vivo,
»Y á cien peligros arrojé mi vida;
»Mas véme: salvo á tu presencia arribo.
» Ah! ¡y de tan gran varon destituida,
»Pobre mujer! ¿te vuelve el hado esquivo
»Algo de tu ventura merecida?
»Tú, la Andrómaca de Héctor venturosa,
»¿Yaces aún avasallada esposa?»