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ENEIDA.
XCVI.

»Visto en el cielo plácidas señales,
Nos dió la suya de hácia el mar sonora;
A cuya voz movemos los reales,
Y velas descogemos á la hora.
Hendíamos los líquidos cristales;
Rósea los astros ahuyentó la Aurora,
Y al teñir de su luz los horizontes,
Hé aquí avistamos nebulosos montes.

XCVII.

»Italia léjos honda aparecia;
«¡Italia!» Acátes exclamó el primero,
Y todos repitieron á porfía
El saludo de «¡Italia!» placentero.
Colma Anquíses de vino, en su alegría,
Un alto vaso que adornó primero
De hojas festivas, y en la popa erguido
Con preces tales dominó el rüido:

XCVIII.

«¡Oh grandes Dioses de la mar y el suelo!
»¡Arbitros de los vientos! Dad que aprisa
»Avancen nuestras naves en su vuelo;
»¡Merced hacednos de oportuna brisa!»
Y el aura, anticipándose á su anhelo,
Arreciaba amorosa. Se divisa
Cercano arrimo; y de Minerva un templo
En yerta cumbre descollar contemplo.