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VIRGILIO.
XLII.

Robó á la ninfa Garamanta un dia
Jove Amon; de éstos hijo Yárbas era;
El cual cien templos dedicado habia,
En los vastos dominios en que impera,
A su padre, y cien aras, donde ardia
Velador fuego que morir no espera:
El suelo en sangre víctimas coloran;
Tiernas guirnaldas el dintel decoran.

XLIII.

El rumor revolviendo que le aqueja
Yárbas allí, entre estatuas tutelares,
Gime alzando las palmas; ni se aleja
Sin fatigar con ruegos los altares:
«¡Oh Jove omnipotente, á quien festeja
Con obsequios del Dios de los lagares
La gente maura en recamados lechos!
¿Ves, dí, la iniquidad de humanos pechos?

XLIV.

»¿Ves? ¿Ó cuando á las nubes rompe el seno
El fuego, y tiembla el hombre, asombro es vano?
¿No es voz de tu furor el ronco trueno?
¿Ciegos salen los rayos de tu mano?
Vino aquí errante una mujer: terreno
Compró para ciudad pequeña: un llano
La dí que cultivado la abastase;
A su dominacion yo eché la base.