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VIRGILIO.
LXVI.

Él, que de Jove, miéntras ella hablaba,
Guarda en su mente el mandamiento impreso,
Fijos los ojos en el suelo clava,
Mudo resiste del dolor al peso.
«Mi gratitud tu esplendidez alaba,»
Esto al fin dijo apénas; «y confieso
Que si arguyes ¡oh Reina! con mercedes,
Muchas y grandes recordarme puedes.

LXVII.

»Yo llevaré al recuerdo de esos dones
La imágen tuya dulcemente unida,
Miéntras guarde mis propias tradiciones,
Miéntras mi pecho aliente aura de vida.
Mas oye, en la cuestion, breves razones:
No pensaba ocultarte mi partida,
Ni de union conyugal te hice promesa;
No así te engañes: mi mision no es ésa.

LXVIII.

»¿No ves que si el destino me otorgara
Guiar las cosas, reparando males,
Ya hubiera visto por mi patria cara?
¡Podria de sus héroes los mortales
Restos honrar; al golpe de mi vara
Se alzaran sus alcázares reales,
Y poderosa, como en ántes era,
Troya de sus cenizas renaciera!