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ENEIDA.
LXIX.

»Mas ¡ay! la voz de oráculo divino
Fuerza mi voluntad, Febo me guia;
Navegar para Italia es mi destino,
Ya éste es mi amor, y esta es la patria mia!
Cual hoy Troyano á Ausonia me encamino,
Tiria á Cartago tú viniste un dia;
Ya en paz la riges: en igual manera
Buscarlos, do reinar, zona extranjera.

LXX.

»Mi padre Anquíses, cuando en alto vuelo
La noche entolda el orbe de la tierra
Y brillan las estrellas por el cielo,
En sueños me habla, y su actitud me aterra:
Mi hijo Ascanio me es causa de desvelo,
Y en él mirando, el corazon se cierra;
Que aquí, distante del confin hesperio,
Yo le defraudo el prometido imperio.

LXXI.

»No há mucho el nuncio de los Dioses vino;
Por vida de ambos que le vi te juro,
Enviado por Júpiter, camino
Por los aires abrir, y entrar el muro:
Estoy mirando su esplendor divino;
Oyendo estoy su mandamiento duro!
No me des más, no más te des tormento;
Llévanme á Italia, y con dolor me ausento!»