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VIRGILIO.
XCVI.

»Hija de esos incógnitos confines,
Con fuerte encanto vindicarme fia
Negra maga que el templo y los jardines
Guardó de las Hespérides un dia:
Ella daba sustento á los mastines,
Y el árbol milagroso defendia,
Y de amapola soporosa, y blanda
Miel, esparcia la eficaz vïanda.

XCVII.

»Que ardores hiela con sus cantos jura,
Y da al helado fuego en que se queme;
Ataja los torrentes, y en la altura
Suspenso el astro sus hechizos teme;
Sombras evoca entre la noche oscura,
Y oirás bajo sus piés cuál muje y treme
La tierra; y cuál, verás, los fresnos bajan,
Que al conjuro, del monte se descuajan.

XCVIII.

»Tú, en lo interior, si mi salud deseas,
Alza al raso una hoguera sin testigo
(Séalo el Cielo, y tú, mi bien, lo seas,
Que á usar de esta arte á mi pesar me obligo).
La espada que dejó pendiente Enéas,
El lecho que en mi mal nos fuera amigo,
Ponlo allá todo; la adivina aguarda
Que no quede reliquia sin que arda.»