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VIRGILIO.
CXXXII.

Oye el caso la hermana, y rostro y pecho
Desesperada hiere en modo rudo;
Al lúgubre lugar vuela derecho,
Y á Dido llama con lamento agudo:
«¡Y esto significaba el ara, el lecho!
¡Esto intentabas! ¡Y ofenderte pudo
Que te hiciese en la muerte compañía!
¡Tú me engañabas, ah! ¡yo te creia!

CXXXIII.

»¿Por que no me invitaste, á ley de hermanos?
¡Contigo á un tiempo con placer muriera!
No que hora abandonada ... ¡Y por mis manos
Yo propia, ¡ay infeliz! alcé esta hoguera!
¡Yo invocaba á los Dioses soberanos
Porque, espirando tú, yo léjos fuera!
¡Te perdí; me perdí: Pueblo, Senado,
Patria, todo lo hundí! ¡Nada ha quedado!

CXXXIV.

»Agua traed y lavaré la herida;
Yo sus heridas lavaré ... ¡Si errante
Vaga en su labio un hálito de vida,
Yo le recoja con mi labio amante!»
Ya en el estrado fúnebre subida
Tal dice, y á la hermana agonizante
Ella al seno fomenta entre gemidos,
Ella aplica á la sangre sus vestidos.