Oye el caso la hermana, y rostro y pecho
Desesperada hiere en modo rudo;
Al lúgubre lugar vuela derecho,
Y á Dido llama con lamento agudo:
«¡Y esto significaba el ara, el lecho!
¡Esto intentabas! ¡Y ofenderte pudo
Que te hiciese en la muerte compañía!
¡Tú me engañabas, ah! ¡yo te creia!
»¿Por que no me invitaste, á ley de hermanos?
¡Contigo á un tiempo con placer muriera!
No que hora abandonada ... ¡Y por mis manos
Yo propia, ¡ay infeliz! alcé esta hoguera!
¡Yo invocaba á los Dioses soberanos
Porque, espirando tú, yo léjos fuera!
¡Te perdí; me perdí: Pueblo, Senado,
Patria, todo lo hundí! ¡Nada ha quedado!
»Agua traed y lavaré la herida;
Yo sus heridas lavaré ... ¡Si errante
Vaga en su labio un hálito de vida,
Yo le recoja con mi labio amante!»
Ya en el estrado fúnebre subida
Tal dice, y á la hermana agonizante
Ella al seno fomenta entre gemidos,
Ella aplica á la sangre sus vestidos.