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ENEIDA.
XXVII.

El clarin resonó; y en un momento
Todos del puesto arrancan á porfía:
Retiembla el mar, retumba el firmamento
Con el náutico estruendo y gritería:
Abren los brazos al batir violento
Surcos iguales y espumosa via,
Y á un tiempo remos y tridentes proras
Las aguas por doquier rompen sonoras.

XXVIII.

No en el estadio así se precipita
Carro de dos corceles que se arroja
La palma á arrebatar, ni tal se agita
El conductor que la tardanza enoja;
El cual el volador tiro concita
Sacudiendo sobre él la brida floja;
Blande el azote, y á blandirlo atento,
Parece, de encorvado, ir por el viento.

XXIX.

Clamores suenan por el bosque umbrío
De grupos en el triunfo interesados;
Vuelve herida la playa el vocerío,
Y le vuelven en ecos los collados.
Entre gente y rumor Gias con brío
Hendió el primero los salobres vados;
Cloanto á par, mejor en remos, viene,
Bien que el peso la nave le detiene.