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ENEIDA.
XXXIII.

Al mancebo en la faz saltóle el lloro,
Y hasta los huesos le mordió la ira:
Ni oye la voz del personal decoro
Ni de los suyos la salud ya mira;
Mas de alta popa al piélago sonoro
Brusco á Menétes de cabeza tira;
Y activo en su lugar, exhorta, empeña,
Y, rigiendo el timon, va hácia la peña.

XXXIV.

Menétes, de los años abatido,
Salir apénas del abismo pudo;
Y sacudiendo el húmedo vestido
Trepa á secarse en el peñon desnudo.
Rió la juventud cuando le vido
Hundirse de cabeza al golpe rudo;
Bregar luégo, y despues que brega y nada,
Revesar la onda que tragó salada.

XXXV.

Viendo á Gias, Mnesteo la esperanza
Cobra de rebasarle. Al par rebosa
Sergesto en ella, y, el primero, alanza
Su nave hácia el peñasco presurosa:
Esta, mitad á su rival se avanza,
Mitad la Priste su costado acosa;
Y en fuerza del peligro y del deseo,
Recorriendo el bajel habló Mnesteo: