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ENEIDA.
XCIII.

Tendió el arco avanzándose forzudo
Mnesteo, vuelto á lo alto ojos y flecha;
Mas no tanto que al ave hiriese, pudo
La férrea punta encaminar derecha:
Rompió empero la cuerda y líneo nudo;
Y libre el pié de la atadura estrecha,
La paloma veloz sacude el vuelo
Entre nubes plomizas por el Cielo.

XCIV.

Euritïon, ya el arco apercibido,
Tiró, invocando á Pándaro en su ayuda,
Al ave que de nublo opaco vido
Salir aleteando, flecha aguda:
Alcanzóla en su vuelo envanecido;
Ella el hincado astil trayendo muda,
Dejando por allá la dulce vida,
Al suelo vino en mísera caída.

XCV.

Solo Acéstes quedaba, ya baldío,
Y la palma perdida y la esperanza;
Mas del brazo ostentando el arte y brío
Y del arco sonante la pujanza,
Vuelta la faz al ámbito vacío,
Apunta en vago, la saeta lanza,
Y ocasiona, no entonces entendido,
Milagro aéreo de infeliz sentido.