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VIRGILIO.
CXX.

Ellas perplejas á la flota en tanto
Revuelven maliciosas las miradas:
El interpuesto mar les causa espanto,
Mas las llaman regiones anunciadas.
Oscilan entre amor y deber santo,
Cuando Íris de repente á sus miradas
Toma vuelo, y una ala y otra ala,
Trazando un arco inmenso, abre é iguala.

CXXI.

En frenesí convierten sus arrojos
Con la vision espléndida las damas:
Teas clamando lanzan, y, despojos
Del consagrado altar, hojas y ramas:
Van ministros de estrago los manojos;
Y dando rienda á las voraces llamas
Remos trepa y escálamos Vulcano,
Cruje y las gayas popas lame ufano.

CXXII.

Llevó al anfiteatro y sepultura
Santa de Anquíses, la noticia Eumelo;
Vuelven luégo á mirar, y en nube oscura
Ven trémulas pavesas ir al Cielo.
Tuerce al campo de horror y desventura
De su alegre carrera Ascanio el vuelo;
Con vano afan por detenerle, al paso
Salen sus ayos con aliento escaso.