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ENEIDA.
CLIII.

»¿Qué dudas, pues? ¿qué temes por Enéas?
Yo lo mismo que entónces, ahora siento:
El al puerto de Averno que deseas
Llegará con su gente á salvamento:
Habrá sólo uno que anegarse veas,
Escogido holocausto.» Así el aliento
Neptuno á Vénus vuelve; y ya bizarro
Con arreos de oro orna su carro.

CLIV.

Pone á los brutos el bañado freno,
Dales con fácil mano suelta brida,
Y por el mar, magnífico y sereno,
En su carroza va de azul teñida:
Tiéndese igual sobre el materno seno
Bajo el eje tonante la onda erguida,
Y cuanto nublo encapotó la esfera
Su fuga por los aires acelera.

CLV.

Acompañan en torno al Dios marino
Grandes cetos y rápidos tritones;
Glauco y su coro, y Palemon de Ino,
Y Forco y sus revueltos escuadrones:
Hienden á izquierda el reino cristalino
Las hijas de sus húmidas mansiones:
Talía allí, Cimódoce campea,
Tétis, Melite, y blanda Panopea.