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ENEIDA.
LIV.

Opacos bajo noche alta y desierta,
Cruzando iban, los dos, reinos vacíos
Que allende yacen de la odiosa puerta:
Tal en bosques callados y sombríos
Al viajero señala senda incierta
Maligna luna con sus rayos frios,
Cuando atristan el Cielo alas nublosas
Y hosca el color la noche hurta á las cosas.

LV.

Ante el mismo vestíbulo, manida
Hicieron las Congojas vengadoras,
Las Dolencias de faz descolorida,
Y tú, arada Vejez con ellas moras:
Dolor, Terror, Necesidad raida,
Hambre, que induce á criminales horas:
Todos ellos, terríficas figuras,
Guardan las fauces del Averno oscuras.

LVI.

Y el Trabajo, y la Muerte, y compañero
El Sueño de la Muerte, su impía hermana,
Vense, avanzando hácia el umbral frontero,
Y malos Goces de la mente humana:
De las Furias los tálamos de acero
Allá están, Guerra atroz, Discordia insana:
Esta (¡qué horror!) con sanguinosas hebras
Crina en torno su frente de culebras.