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ENEIDA.
XC.

Tendidos campos se abren luégo, aquellos
Que la fama llorosos apellida:
Los que doblaron al amor los cuellos,
Los que murieron de amorosa herida
Vienen allí; y entre sus mirtos bellos
El bosque cruzan que les da guarida,
Por veredas ocultas. ¡Ay! los hieren
Penas de amor que ni en la muerte mueren.

XCI.

Muéstranse al héroe entre la selva umbría
Fedra, Prócris; Erífile doliente,
Cuyo seno áun la llaga descubria
Que el hijo vengador abrió inclemente;
Evadne, Pasifae, Laodamía;
Cénis, mancebo un tiempo floreciente,
Y ahora, por decreto del destino,
Vuelto al sexo primero femenino.

XCII.

En medio de ellas la fenicia Dido,
Su herida áun fresca, andaba en la espesura.
Cuando la hubo al pasar reconocido
Mal cierto Enéas en la sombra oscura,
Como el que alzarse entre nublados vido
La luna nueva, ó verlo se figura,
Así á hablarle empezó con tierno acento
Y lágrimas que brota el sentimiento: