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VIRGILIO.
CXXXV.

Todos éstos con ínfulas nevadas
Ceñidos van las sienes y cabellos.
Con los cuales confunde sus pisadas
La profetisa por sus campos bellos;
Y volviendo la voz y las miradas
A Museo ante todos, que alza entre ellos
Con majestad serena la cabeza
De muchos rodeado, á hablar empieza:

CXXXVI.

«Oid, almas felices, ruegos píos;
Y tú, máximo vate, ¿dó se esconde
Anquíses, por quien ya los grandes rios
Cruzamos del Erebo; dínos, dónde?
¡Ah! ¿qué sitios repuestos y sombríos
Nos le ocultan?» Museo la responde:
«Aquí moramos bajo hojosos techos,
Y son márgenes blandas nuestros lechos;

CXXXVII.

»Frescos prados tratamos por recreo,
Y á nadie se fijó mansion segura;
Mas pues tanto interes traer os veo,
Venid conmigo á la vecina altura
Y camino hallará vuestro deseo.»
Dice; ante ellos los pasos apresura,
Y horizontes de luz les manifiesta:
De ahí, descienden de la erguida cresta.