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VIRGILIO.
CLXVII.

«Porque en luz de verdad tu mente aclares,
Hijo, escucha: En los cielos y en la tierra,
Y en las líquidas capas de los mares,
En la alba luna que inconstante yerra
Y en el sol y en los grandes luminares,
Espíritu eternal dentro se encierra:
Todo hínchelo él, vago y profundo;
Alma y centro comun, él mueve el mundo.

CXLVIII.

»Y en él tiene su orígen el humano,
Y el bruto, el ave, y cuanto monstruo cria
En sus senos marmóreos Oceano.
Centella celestial, ígnea energía
Vida á esos séres da, gérmen temprano,
En cuanto no los rinden á porfía,
El fardo de la carne, los mortales
Órganos y ataduras mundanales.

CLXIX.

»De ahí es que ansian y temen, y ó padecen
Ó envueltos gozan en su cárcel dura:
No ven la luz; ni quedan, si fallecen,
Limpios del todo de la mancha impura
De las miserias que al mortal empecen.
¡Pobres almas! la sombra en ellas dura
De usos viles en años adquiridos
En su lucha y su union con los sentidos.