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ENEIDA.
XXIV.

Vense dispersos que en lo inmenso nadan;
Maderos y reliquias de combates,
Y troyanas riquezas sobrenadan.
De Ilioneo, aunque fuerte, á los embates
La nave ya, y las de Abas se anonadan,
Del viejo Alétes y el valiente Acátes;
Que, hondas las grietas, desligado el brío,
Abren su seno al elemento impío.

XXV.

En tanto los rumores, los bramidos,
La inmensa agitacion Neptuno siente;
Siente los hondos sótanos movidos,
Y alza alarmado la serena frente
Por cima de las ondas. Esparcidos
Los buques ve de la troyana gente,
Por todas partes maltratada y rota,
Que el cielo la acribilla, el mar la azota.

XXVI.

Ni ya de Juno se ocultó al hermano,
Industrioso el rencor que horrores trama;
Y al punto con acento soberano
Al Céfiro y al Euro á cuentas llama;
«¿Y así,» les dice, «os ciega orgullo vano?
Ya hundís los cielos sin mi vénia, y brama
El agua en cerros que encrespais gigantes;
¡Guay!... Mas el mar apacigüemos ántes.