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ENEIDA.
LXXXIV.

Tales la miel fabrican rica; y llena
Las celdillas al cabo el néctar blando;
Y ya salen de paz, la carga ajena
A recibir ufanas; ya cerrando
En trabado escuadron, de la colmena
Los zánganos alejan, torpe bando:
Con afan vario la labor se enciende,
Y á tomillo vivaz la miel trasciende.

LXXXV.

«¡Qué gran dicha á unos hombres se depara
Que alzarse ven el suspirado muro!»
Dice Enéas á tiempo que repara
En las altas techumbres; y seguro,
Gracias, ¡oh maravilla! á que la ampara
Contino en derredor celaje oscuro,
Entra por la ciudad con paso listo;
Anda entre todos, y de nadie es visto.

LXXXVI.

Antiguo bosque de frescor ameno
Habia en medio á la imperial Cartago:
Lanzados ya los Tirios á su seno
De ondas y vientos por furioso amago,
Hallaron en las capas del terreno
De un corcel la cabeza, don presago
Que allí Juno les puso de victoria,
Prenda de salvacion, señal de gloria.