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ENEIDA.
CXIV.

De la arenga tocados, rato habia
Los de la nube ansiaban salir fuera;
Y, á Enéas vuelto, Acátes le decia:
«Falta el que hundirse viste en la onda fiera;
Cúmplese en lo demas la profecía,
Hijo de Vénus, que tu madre hiciera:
¿Qué aguardas?» Suelta en esto se evapora
La opaca nube en la aura brilladora.

CXV.

Y el héroe apareció, de luz cercado,
A un Dios en aire y en miembros semejante;
Pues le habia su madre aderezado
La copia de cabellos arrogante;
Bañó sus ojos de inefable agrado,
Y dió luz rósea al juvenil semblante,
Bien cual bruñe el marfil, ó mármol pario
Ó argento engasta en oro el lapidario.

CXVI.

«Ved salvo al que buscais; yo soy Enéas!»
Dice; y á Dido se convierte luégo:
«Tú, sensible mujer, dichosa seas,
Sensible á nuestra historia, á nuestro ruego;
Que reino y casa á náufragos franqueas,
De la espada reliquias y del fuego,
Juguetes de la mar, de la fortuna,
Ya sin arrimo ni esperanza alguna!