ambición francesa hubieran podido nunca privar á España de la jerarquía de potencia de primer orden á que tiene evidente derecho, así por las virtudes y hazañas de sus hijos como por el influjo del genio español en el progreso de la especie humana y por las ventajas de la situación estratégica que ocupa nuestra Península en el continente europeo.
Por de pronto conviene no echar en olvido para emitir juicio atinado sobre la conducta que respecto del Portugal observara el Conde Duque, las equivocaciones cometidas por Felipe II al incorporar á sus vastos Estados los del Cardenal Rey Don Enrique. Siempre acarició el prudentísimo Monarca español la idea de dominar en toda la Península cual lo lograron los Visigodos desde las victorias de Leovigildo sobre los Suevos hasta la rota de Guadalete; y siempre se inclinó el ánimo del hijo de Carlos V para dar cima á tan provechosa empresa, á perseverar en la suave política de cordialidad y atracción iniciada por los Reyes