necesidad de cambiar de táctica, recibió el Duque de Alba orden de pasar la frontera y de invadir el suelo portugués; pero ni aun entonces desistió el Pretendiente castellano de atraerse con halagos y distinciones á los grandes señores del país, cual lo atestigua la moderación por él mostrada en las Cortes de Thomar, en donde más parecía que los Procuradores hablaban á un padre que no á un conquistador. Paternal fué, en efecto, la actitud del nuevo monarca al comprometerse á no otorgar cargos ni dignidades, así civiles como eclesiásticas, más que á los naturales del país y al ofrecer que el Virreinato sería únicamente desempeñado por personas de sangre real; y, cual si semejantes concesiones no fueran suficientes para desvanecer la desconfianza del pueblo sometido, concedió Felipe II á los Duques de Braganza tales privilegios, que hasta un historiador lusitano poco sospechoso de parcialidad hacia España, Rebello da Silva, los considera capaces de alarmar aun á los
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