soldados de los viejos tercios, eran también estímulos para desarrollar la afición al mando de tan invictos adalides en los espíritus perspicaces que, tentados por las promesas de laureles futuros, consagraban las personales energías y el heredado patrimonio al servicio del Rey y de la Patria.
Pero al tiempo de la caída del Conde Duque no reinaba ya el mismo entusiasmo en los soldados españoles; las frecuentes derrotas y el estéril resultado de los ya escasos triunfos iban sembrando en sus almas rudas el desaliento y el cansancio y la irregularidad con que el Gobierno central atendía á sus más perentorias necesidades, por efecto de la penuria económica, contribuía á que las huestes, en otra época invencibles, sintiesen ya la nostalgia de la patria y á que empezasen á reemplazar la fe ciega que les animara hasta entonces por cierta resignación amarga que tenía muchos dejos del fatalismo islamita. No era tal ambiente el más á propósito para que