vehementes obsesiones que por serenos raciocinios.
No he de pasar, sin embargo, en silencio la peregrina acusación que el señor Escobedo ha tenido la audacia de lanzar aquí contra las Hermanas de la Caridad. Yo no puedo creer que el señor Escobedo haya obedecido al aventurar acusación semejante, á los dictados de una convicción profunda; inclinóme á creer que el señor Escobedo ha tratado tan sólo de producir en el culto auditorio un efecto parecido al que causa el tosco brochazo del pintor escenógrafo en las ingenuas miradas de los espectadores de la galería.
En concepto de recurso retórico, á modo de estratagema de combate, es sólo lícito dirigir tan agrias censuras á esos seres privilegiados que por el amor de Dios practican sinceramente el amar al prójimo como á ellos mismos.
Los hospitales de sangre en tiempo de guerra, los establecimientos de beneficencia en todos los tiempos y ocasiones, atestiguan con el mutismo conmovedor y elocuente de los