europeas la Representación de S. M., no sería para mí nada honroso que nadie osase dudar de mi lealtad incondicional á los Poderes legítimamente constituidos.
El señor González (D. Alfonso), menos conciliador que el señor Arantave, extrema su enemiga contra las santas creencias que profesa la inmensa mayoría de los españoles, y llega á proponer, en nombre de esa libertad de que se siente apóstol fervientísimo, que se prohiba ejercer la enseñanza á las órdenes religiosas.
No imaginéis, señores, que me ha causado indignación tan radicalísimo proyecto; antes bien lo he escuchado con sumo regocijo, porque esta proposición atrevida no es, en puridad, sino la más paladina confesión de debilidad que pudiera hacer S. S. en nombre de sus camaradas.
Vosotros que os llamáis defensores de la libertad, abrigáis el tiránico propósito de no tolerar que propaguen sus ideas los que como