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A LA LAGUNA NEGRA

Al retirarnos, los obreros, formados en dos filas a ambos costados del camino, prorrumpieron en entusiastas hurras i vivas al intendente. Si ellos nos habian sorprendido con una lluvia de piedras i un hermoso arco en honor del señor Vicuña Mackenna, el jefe de la espedicion no quiso quedarse atras i les envió un chubasco de monedas.

El camino, en esta parte, es tortuoso i tallado a pólvora en las rocas, algunas de las cuales parecia iban a caer al menor movimiento sobre nuestras cabezas. El viajero avanza por la estrecha senda con cierto temor mezclado de admiracion.

Pero no solo se ve cuadros de efecto terrible e imponente, se ofrecen también rientes i agradables: cristalinos arroyos serpenteando por alguna profunda quebrada, juguetonas vertientes tapizadas de verdoso musgo, que hacen contraste con la árida i escarpada roca de dónde nacen.

Las empinadas moles porfíricas que emparedan la jeneralidad de la via bastarian para interesar al viajero—no digo al jeólogo i al sabio— por los variados aspectos que presentan: aquí descarnadas i agudas, arduas i estratificadas; allá cubiertas de arbustos i tupidos sembrados, divididos por huertos de duraznos i ciruelos, nogales i viñedos; ya se presentan como aplastadas por el peso de los siglos i arrugadas por el agua i la nieve; ya espigadas i pareciendo desafiar a las estrellas con sus agudas flechas