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ESTELA

" de las cabeceras de aquella. La orden del gran señor se cumple, y, al ocupar su asiento, la elegida empieza á sonreírle, derramando sobre el Sultán sus mas hechiceras miradas, durante la comida. Cuando el moderno Sardanápalo ha hecho las libaciones de estilo, que suelen ser repetidas y abundantes; cuando se ha cansado ya de la mesa, de la música y las canciones que entonan en coro y en su honor Odaliscas y eunucos del serrallo; el Sultán toca un botón que pende del respaldo de su silla, y, por su sorprendente y maravilloso mecanismo, Mahomet y su elegida,-aquella que le hace vis a vis,-desaparecen simultánea y rápidamente, hundiéndose en el pavimento entapizado con todo el lujo oriental de que nos hablan los poetas.-¿Qué sucede entonces? ¿A dónde van a parar el señor del harem y la Odalisca?... Van a caer a un salón subterráneo, de diez varas cuadradas, poco mas o menos; a la mansión del placer, al tabernáculo del amor, al dormitorio del Sultán! -Bravo, bravo! gritaron a un tiempo aquellos calaveras, incluso el portugués, que estaban pendientes de la relación del hijo de Albion. -Eso es magnífico, estupendo, soberbiamente caprichoso! agregó la dama que antes interrumpiera al inglés. -Pues bien, señores, continuó éste: es preciso que nuestro amable amigo posea un comedor y