216 Margarita Eyherabide
avisos de próspero porvenir. En fin ¡cómo sufrió peripecias el señor Progreso, en su larguísimo viaje! Cómo que había andado 120 leguas. — Por hoy bas- ta — murmuró el señor Progreso y se detuvo. Miro á todos lados. ¿Era bonito lo que ante su vista tenía? ¡y qué vista fuerte tenía el señor Progreso ¡Pues aquí me detengo yo!-—— murmuró saltando en un pie. Graciosamente, reflexionó :
¡Uf! —no es tiempo de que muestre mi hocico, en el pueblo; vámonos á hacer hospedaje por una de estas casas de campo. Y el señor Progreso, llegóse á la puerta de la casa blanca. AÚÍ escribió con grandes caracteres : -— De bon eour — y golpeó.
— Eran las doce de la noche. ¿Cómo se atrevía el señor Progreso á viajar á semejante hora *
— ¿Quién osa tuwrbar mi sueño? — gritó alguien destempladamente desde el interior de una habita- ción bien eerrada.
— ¡El ferrocarril! —=Mi Dios! y el señor Pro- greso se pegó en ambas mejillas.
Yo — gritó esta vez, muerto de risa.
— ¿Y quién eres tú?
— Yo — repitió de nuevo el señor Progreso. No cs nadie más que yo.
—Mi paciencia se agota ¿quién eres tu cabeza dnra señor yo; señor intruso, señor simple?
— Yo soy quien soy, ego sum, qui sum.
— Pues, anda á buscar asilo en otra parte, señor ego sum... ¿de apellido?...
— ¡Eso es! —El señor Ego sum, os hace una apuesta. —¡Esto si que se llama preparar los bár- tilos! — añadió para su coleto, el señor Progreso.
— Déjate de apuestas; ¿qué se yo lo que son apuestas?