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Aparte, pues, del mérito genérico de su Fausto, reconozco con particular sorpresa (no sabia que Vd. era un poeta tan sério) la hermosura del trozo descriptivo del mar, rival de aquel con que trae la aurora sobre el jardin de Margarita, de aquel otro con que pinta la noche de la serenata, de aquel de la comparacion de la flor, y de aquella magnifica digresion del capítulo V que acaba con esta sentida y hermosísima estrofa:—


« Soltar al aire su queja
« será su solo consuelo,
« y empapar con llanto el pelo
« del hijo que usté le deja. »|


Esta es la poesia: aquí empieza el camino de Hidalgo y el estro de Santos Vega. Despues de ellos, nada se ha hecho en nuestra poesia popular que pueda igualar el encanto de esas reflexiones.

No me es ya estraño entonces que haga Vd. cópia tan abundante de las semejanzas y giros que chispean por todas las estrofas de su Fausto: el que entra á la seriedad, ha pasado por la malicia.

Siento que la especialidad de su trabajo, que es uno de sus méritos particulares, no esté al alcance de todos sus lectores: para valorarla completamente, es preciso conocer el primer poema del Parnaso aleman y la mas sublime partitura del génio francés.

Su Fausto, Anastasio, es pues una obra de poesia envidiable. Me felicito sinceramente de haber prestado motivo á ella y le agradezco de corazon el buen momento que me ha dado con su lectura.

Aplaudo verla en público, celebrada justamente en todas las clases de la sociedad.

Por mas á lo sério que tome el hombre las situaciones sociales, en ninguna de ellas se desfavorece con sus pruebas de arte y de talento, porque ellas siempre lo enaltecen, llevándolo á las verdaderas gerarquías, que son las que ocupa por su organizacion cerebral en la estiba de la gente, como dice Vd.

Si tuviera que fortalecer esto con ejemplos, le citaría nombres célebres en la humanidad que han jugado con los pueblos mas grandes de la tierra, sin desdeñar el cultivo de las letras, y empezando por David y Salomon.

Un buen libro ó una hermosa poesía, hacen honor, de Dios para abajo, á todos los hombres del mundo, en cualquier terreno que pisen, desde el trono hasta el cadalso.—Vd. ha merecido ese honor.