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Rastriándolo se vinieron
El Demonio y el Dolor,
Y tras del árbol mayor
A aguaitarlo se escondicron.
Con las flores de la güerta
Y la cinta, un ramo armó
Don Silverio, y lo dejó
Sobre el umbral de la puerta.
—¡Que no cairle una centella!
—¿A quién? Al sonso?
—¡Pues digo! ....
¡Venir á osequiarla, anmigo,
Con las mesmas flores de ella!
—Ni bien acomodó el guacho,
Ya rumbió ....
—¡Miren que hazaña!
Eso es ser mas que lagaña
Y hasta dá rabia, caracho!
—El Diablo entonces salió
Con el Dotor, y le dijo:
«Esta vez priende de fijo
La vacuna, crealó.»
Y el capote haciendo á un lao,
Desenvainó allí un baulito,
Y jué v lo puso juntito
Al ramo del abombao.